jueves, 6 de diciembre de 2007

UNA COMUNIDAD QUE CRECE A SOMBRAS DE LA DISCRIMINACION




Liniers es el lugar de encuentro de los Bolivianos que residen en Buenos Aires.
Al pasar por la calle José León Suárez del barrio de Liniers es inevitable trasladar el pensamiento a una vía de cualquier ciudad de Bolivia. Locales donde se venden desde ropa interior hasta las más variadas especies, son atendidos por sus propios dueños bolivianos. Pero no sólo están en el lugar quienes supieron instalarse hace más de tres décadas y pudieron hacerse de un futuro estable, sino que también conviven quienes llegaron con las últimas corrientes migratorias y viven indocumentados, explotados y discriminados por una sociedad argentina que los excluye.Alfredo Lara es Argentino, hijo de padres bolivianos y casado con una ciudadana de Cochabamba. Es dueño de “Jamuy”, uno de los bares de comidas típicas bolivianas más concurridos de Liniers. Hace 30 años que los hermanos Lara llegaron al barrio con sus respectivas familias y pusieron comercios. Primero, tenían ferias en el mercado de frutas y verduras que funcionó en la zona hasta fines de los ochenta. Cuando cerró sus puertas, los feriantes que quedaron desalojados pusieron sus puestos en las calles, algo que generó la bronca continua que existe entre estos y los vecinos, quienes se quejan de la basura acumulada y los malos olores.






La situación era insalubre con la feria en la calle pero los feriantes no podían dejar de trabajar y desde el Gobierno de la Ciudad no había una respuesta que solucionara el problema de los trabajadores ni las quejas de los vecinos. Recién en 1991 la situación se normalizó a partir de que fueron otorgados a los comerciantes locales donde vender sus mercaderías.La zona de ventas de mayor afluencia quedó determinada en las calles José León Suárez y Ramón Falcón, corazón del barrio de Liniers, y todo se fue organizando, pero los vecinos siguieron en disputa con los vendedores. Lara es vocal primero de la Comisión del Centro de Comerciantes Bolivianos, institución creada para luchar por los derechos y las obligaciones que debe cumplir la colectividad para tener sus negocios en regla. “Cada 60 días pedimos una inspección de la DGI para que vengan y verifiquen nuestros negocios. Así cumplimos con las leyes y no tenemos problemas con el Gobierno de la Ciudad”, comenta Lara, quien aclara que antes de crear esta organización los inspectores los multaban hasta “por estar despeinados”. A simple vista, estos negocios son una puesta en escena de los productos más vareados que pueda haber y las instalaciones de los locales son realmente precarias. Frente a esta realidad, producto de la crítica de los vecinos, Lara reconoce que: “El boliviano no es una persona higiénica y esto es una cuestión cultural. No organiza su mercadería sino que la muestra toda junta, porque la mentalidad es que el cliente compra con los ojos y por eso tiene que tener toda su elección a la vista”. Hoy existen alrededor de 16 negocios que venden productos sueltos a lo largo de la calle José León Suárez al 100, y casi un millón de personas transcurren por semana por la zona comercial y compran en negocios bolivianos. Además de ser una zona comercial, Liniers es también un sitio de encuentro. Los “paisanos”, hermanos de la misma tierra, copan los sábados los bares del barrio donde el api y el fricasé, platos tradicionales de Bolivia, son parte del menú. “Jamuy”, que quiere decir en quechua “venga”, cierran sus puertas a eso de las 15, porque se llena la capacidad máxima de 200 personas. Por la noche, la diversión comienza temprano en las bailantas bolivianas. La elegida por excelencia es el “Mágico Boliviano”, donde suelen tocar bandas de música tropical que traen un poquito de Bolivia en sus letras, y contribuyen a la alegría de muchos para cerrar una semana de arduo trabajo. A pesar de que una noche en el “Mágico” es normal a la de cualquier otro boliche bailable; baile, diversión, tragos, una que otra pelea, al salir del lugar, desde algún auto que pasa por allí les gritan: “Bolivianos de mierda”. Datos oficiales del Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI), revelan que el 34 por ciento de las denuncias por discriminación se refieren a la nacionalidad y, entre las colectividades, los bolivianos son los más discriminados en Argentina.La indocumentación es otro de los problemas. Según datos del Indec a partir del censo nacional de 2001, 233.464 bolivianos están empadronados en este país. Pero el presidente de la Federación Integrada de Entidades Bolivianas (FIDEBOL), Luis Moreira, asegura que la suma de bolivianos “legales” en el país es de aproximadamente un millón 500 mil, más la descendencia. De acuerdo a estimaciones, alrededor de 500 mil ciudadanos bolivianos viven clandestinamente y esta situación es fruto de la explotación laboral que padecen. Álbaro González Quint, Cónsul Adjunto del Consulado de Bolivia en Argentina, asiente que el fenómeno es grave. “Desde aquí, tratamos de asistir a la colectividad boliviana. Hacemos trabajos sociales, vamos a las villas miseria, brindamos información desde los programas de radio de la comunidad”, comenta González Quint, pero se desanima al concluir que: “Logramos llegar a muchos, que responden acercándose aquí para hacer denuncias de explotación o para poner su documentación en regla, pero sabemos que otros siguen escondidos, sin hablar por miedo de perder el trabajo”. Los bolivianos llegan a trabajar hasta 18 horas por día, en la construcción y en talleres textiles, y con el sueldo que ganan no satisfacen sus necesidades básicas, por eso muchos viven hacinados en villas miseria de la Capital Federal y del Gran Buenos Aires. González Quint, afirma que los ciudadanos de Bolivia vienen a la Argentina en busca de la “tierra prometida”, pero traen más ilusiones por encontrar algo distinto que en su patria, que equipaje en sus valijas.


Próxima esperanza: Argentina

Un tercio de la población boliviana ya se marchó del país en busca de la “tierra prometida” y el destino elegido para encontrarla es Argentina. Según la empresa Apoyo, Opinión y Mercado, seis de cada diez quiere emigrar lo que equivale al 61 por ciento de los ciudadanos. El 24 por ciento quiere irse a España; el 18 a EE.UU; el 11 a la Argentina; el 10 a Brasil; el 5 por ciento a Japón, y otro tanto a Inglaterra. Pese a que la Península Ibérica es el lugar más deseado, por una cuestión de cercanía la mayoría emigran a Argentina. De acuerdo con una encuesta realizada por el Centro de Estudios Laborales y Agrarios (CEDLA), el éxodo crece desde el 200 ante el aumento de la pobreza y la falta de trabajo desde que comenzaron las privatizaciones en 1996 con el derrocado ex presidente Gonzalo Sánchez de Lozada.Es diferente la situación de los argentinos en Bolivia ya que solo residen entre 700 y 900 compatriotas en La Paz y en El Alto.

miércoles, 5 de diciembre de 2007

LOS CARASUCIAS SOCIEDAD ANONIMA



Cuentan los que conocen la historia del barrio, que en la época en la cual el barrio aún era baldío, en los remates de terrenos te vendían los lotes con un camión de ladrillos de regalo para que los compradores pudieran edificar la primera pieza. Así por lo general, al comprar alambraban el terreno y ponían manos a la obra en la nueva empresa de construir.
Cien años después, la Fundación "Los Carasucias" que preside la Sra. Asunción Dolores Carranza, más conocida como "Monica Carranza" volvió a aquella vieja costumbre de alambrar terreno, pero en esta ocasión lo que alambraron fue una plaza y comenzaron a construir una obra fantasma en tiempo record. Junto a los vecinos comenzamos a preguntar y presionar, logrando que por ahora las obras esten paradas.
El predio en cuestión es el de la manzana delimitada por las calles Tapalque, Bragado, Pilar y la Av. Lisandro de la Torre, que a la fecha, de acuerdo a lo informado por el Registro de la Propiedad Inmueble, es de dominio del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
Para conocer la historia del predio debemos a remontarnos 1971, año en el cual fue realojada la ex villa 7 que albergaba a 122 familias que habitaban construcciones precarias y que fueron mudadas en 1973 enfrente al Barrio Justo Súarez construido a tal fin.
Una parte del predio fue vendido en la década infame por el ex Intendente Carlos Grosso a una Cooperativa de Trabajo que explota el Supermercado en la esquina de Lisandro de la Torre y Bragado. El resto de la manzana era una plaza, con una cancha de futbol ,y una calesita. De un día para el otro fue alambrado por la Fundación "Los Carasucias" y comenzó una construcción de dos pisos, que los vecinos no podemos saber de que se trata, ni que se construye, ya que no se exhibe el obligatorio anuncio de obra, ni sabemos si tiene la habilitación correspondiente.
Los Carasucias, más que una Fundación parecen una Sociedad Anonima, explotan un garage en San Telmo, una panadería en Liniers, locales de gastronomía en el espigón sur de la Reserva Ecologica, puestos de helados y comida rápida en las calles de la Ciudad, poseen distintas propiedades en La Ciudad y en la Provincia de Buenos Aires, reciben subsidios y donaciones a granel. Lejos quedó el humilde comedor de la calle Cafayate, donde una mujer que se emocionaba a menudo ante las cámaras de televisión pedía para sus "carasucias". Esta misma mujer, afiliada radical, que firmó las solicitadas en apoyo a Anibal Ibarra cuando iba a ser destituido. La misma mujer que en octubre recibió en una de las propiedades de la Fundación en Mataderos a Cristina Kirchner, que le prometió un subsidio de $ 600.000,
Habrá que seguir este tema, gravísimo para nosotros, se trata de un espacio público tomado por los particulares, un intento de apropiarse de una plaza. El Diputado de la Ciudad Martin Hourest presentó un proyecto de resolución, por pedido nuestro, que lleva el N° 2089-D-2007 pidiendo informes al ejecutivo de la Ciudad, para que informe sobre este tema.